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LA EUCARISTÍA TAMBIÉN ES PARA LOS POBRES

"Conmigo lo hicisteis"

Mateo 25,40



Como os decía en el texto anterior, hoy voy a hablar sobre la presencia de Cristo en el prójimo, especialmente en el que más está sufriendo.

Jesús, cuando escogió a los doce apóstoles no sacó una convocatoria al estilo de un seleccionador. No fue una lista de “los mejores”, de hecho, eran todos muy “normalitos”. Y, por qué no decirlo, ¡gracias a Dios!, porque así podemos estar tú y yo en su equipo.

En la Santa Cena no se encontraban los más santos de la época, pero sí unos hombres dispuestos a aprender. Cuando Jesús se levantó de la mesa para lavarles los pies, todos se extrañaron. La manera de hablarles del servicio fue clarísima. Sus palabras confirmaron lo que sospecharon de ese gesto. Efectivamente, debían hacerse como esclavos, servidores unos de otros, ser humildes y lavar los pies a quien lo necesite. Nosotros debemos hacer esto también, si queremos llamarnos cristianos.

Si en el texto anterior profundizábamos en presencia real de Jesús en la Eucaristía y en la importancia de amar a Dios adorando a Jesús, hoy esto va de “remangarse”. Trataré de ser conciso e ir rápido.

Cuando comulgas, recibes a Cristo. Él lo dijo: “Tomad, esto es mi cuerpo” (Mc 14,22). Cuando sirves a un pobre o necesitado, amas a Cristo. Él lo dijo: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).

La síntesis perfecta de la Misa es darse cuenta de que Cristo está realmente presente tanto en la hostia consagrada, en su cuerpo, como en el que sufre, el pobre, el necesitado. El que deja a un lado una de estas dos presencias no vive como cristiano.

Suena fuerte, lo sé, pero Jesús es muy claro. No podemos celebrar la Misa con vasos sagrados preciosos e incienso, y después olvidar a los pobres. Cristo sigue sufriendo en tantos hombres y mujeres, en su cuerpo y en su alma, y nosotros no podemos no salir a su encuentro.

San Juan Crisóstomo, un enamorado de la Eucaristía nos dice en su texto Al adornar el templo, no desprecies al hermano necesitado: “Dios no tiene ciertamente necesidad de vasos de oro, pero sí, en cambio, desea almas semejantes al oro”. Así que Dios espera de nosotros que nos arrodillemos ante Él y que nos remanguemos por Él.

Si lo hiciéramos realmente bien, cada año deberíamos acompañar e integrar a varios hermanos pobres a nuestra comunidad. Ellos también tienen pleno derecho de acercarse a Cristo y escuchar su palabra, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4,4). Que celebren la Eucaristía con nosotros, como una familia, claro que sí, cómo no...

Qué bonito saber que Jesús cuenta contigo y conmigo para hacer todo esto. No me digas que no es hermoso, que no te “mueve”.

Para acabar, esta semana te propongo leer el Juicio de las naciones, así comprenderás mejor. Aquí lo tienes: Mt 25,31-46.

Pa’lante...

¡Ánimo todos!

Feliz semana y que Dios te siga bendiciendo. :)

P. D.: Si te ha gustado el texto, dale al corazón que hay abajo a la derecha.


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